viernes, 3 de julio de 2015

ASPECTOS EMOCIONAL, FÍSICO E INTELECTUAL EN LO MUSICAL



  Por Griselda Labbate

  Abstract

En todas nuestras vivencias intervien tres aspectos: el emocional, el físico y el intelectual. Veamos en qué orden se manifiestan según autores como Maturana, Swanwick, Delalande y Willems.

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  Cuando los superiores evalúan a un docente, una de las variables que miden  es si tuvo en cuenta los aspectos emocional, fisíco e intelectual de sus alumnos a la hora de preparar sus actividades.

Una de las investigaciones de Humberto Maturana nos deja en claro que la raiz de nuestro comportamiento está en el aspecto emocional. Que las manifestaciones corporales o intelectuales son consecuencias de algún tipo de emoción.

  Según Maturana:

 “Decir que la razón caracteriza a lo humano es una  anteojera, y lo es porque nos deja ciegos  frente a la emoción, que queda desvalorizada como algo animal o como algo que niega lo racional.”[1]

 

    Para poder movernos en un determinado “dominio de acción”, primero debe existir una emoción que nos predisponga corporalmente. Esto significa que, determinado estado emocional, será el determinante de cada una de nuestras acciones. A esto llama Maturana dominio de acción.
 
  Esto nos da la premisa de que, antes de que exista una respuesta física, hubo una emoción o estado emocional que le dio origen.

Esta sería, en resumen, la base de la teoría de Maturana: lo emocional primando por sobre lo físico y lo intelectual y determinándolo.

  Cuando se trata de niños menores de seis años, la mayoría de sus primeras respuestas a los estímulos sonoros y musicales serán físicas, algunas de ellas incluso, neurológicas. Sin embargo, lo que en realidad primó fue una respuesta emocional que se tradujo a una acción.

  Si un niño de tres años se asusta al escuchar los primeros compases del primer movimiento de la Quinta Sinfonía de Beethoven, su rostro deformado, su llanto o cualquier otra manifestación física serán producto de dicha emoción.

  A medida que el individuo va incorporando el lenguaje, esas respuestas emocionales que eran solamente encontradas desde la dimensión corporal, se manifestarán también, a través del polo intelectual. Según el mismo autor, el origen del lenguaje – factor detonante para el desarrollo del cerebro[2]-, será también el aspecto emocional.

  Previamente al trabajo en una  clase , el niño ya estará en un determinado dominio de acción, producto de su estado emocional de ese momento. Este dominio le permitirá realizar algunas acciones, tanto físicas como intelectuales y otras quedarán fuera de sus posibilidades. Su racionalidad se funda en premisas básicas distintas que cuando su estado emocional es otro.

  Por ejemplo, un niño que llega a la escuela angustiado, porque un tiempo antes su perro se extravió, se desenvolverá dentro de un dominio de acción distinto al de otro niño que ese día cumple años.

  Por eso es importante saber cómo se siente el grupo de alumnos en general (ese día)y, llegado el caso, cómo se siente cierto alumno en particular, para que nuestro aporte a su desarrollo pueda abarcar los tres aspectos y no sólo los “observables”.

  Tanto el aspecto físico como el intelectual son interpretantes del polo emocional.

  “Lo humano se constituye en el entrelazamiento de lo emocional con lo racional.”[3]

  El aspecto emocional fue el que posibilitó la evolución del ser humano desde la prehistoria. De su comunicación a través de acciones, delimitadas por el estado emocional, pasó a expresarse también en el lenguaje. A través de él logró simbolizar y llegar a reflexionar acerca de su propio pensamiento.



  Relacionaré lo expuesto anteriormente con investigaciones que se realizaron directamente con niños de diferentes edades y la actividad musical. Algunos de los autores son contemporáneos de Maturana, como es el caso de Delalande y Swanwick, otros, como el es el caso de Willems son anteriores. Considero que todas estas posturas terminan siendo superadas por la del biólogo chileno, pero no por ello son desechables al punto de encontrar en ellas  gérmenes de la nueva teoría de Maturana.


  -Keith  Swanwick nos habla de un comienzo sensorial, que incluye respuestas neurológicas a los estímulos en niños de hasta tres años de edad.

  Cuanto más pequeños son los niños, con mayor rapidez recepcionan el estímulo sonoro o musical a través de su sistema neurológico y del cuerpo.

  A este respecto  cito al mencionado autor, cuando nos habla del “Modo sensorial”[4] :

“Bunting utiliza los términos neurológico, acústico y mecánico. El modo neurológico lo define como la “reacción del sistema nervioso con sensaciones de timbre, ritmo y tono y que es bastante independiente del pensamiento analítico.”[5]

  Lo que expresa Swanwick a través de Bunting, es considerado por mí como una etapa sincrética, tanto en el hacer como en el escuchar.  Según mi experiencia, si  expongo a  niños de entre dos y tres años a ritmos muy rápidos (canciones, obras instrumentales, en vivo o grabadas).sonidos  muy fuertes o muy agudos la reacción de ellos será nerviosa. En lo que respecta al timbre, que es el primer aspecto que describe en la cita, no aclara a qué instrumentos se está refiriendo, o si se trata del timbre armónico[6], que podría resumir muy vagamente como brillo u opacidad de los sonidos. Yo tiendo más hacia este concepto de timbre, diferente al de timbre instrumental. En consecuencia, y debido a mis experiencias comentaré que aquellos sonidos muy brillantes, también tienden a exaltar a los niños pequeños, ya que los persiben como una agresión.

  En una ocasión, estando en sala de tres años y teniendo yo muy poca experiencia en jardines de infantes, tuve la idea de hacerles escuchar la grabación de un carnavalito para que trabajaran con el sonido del bombo (al que ellos a esa edad llaman tambor). A los pocos segundos de haber comenzado la obra,uno de los niños comenzó a correr por toda la sala. Parecía estar corriendo “sin pensar” en lo que hacía, sin haberlo meditado antes ni por un instante. Luego de  detener inmediatamente a la música y a él, comprendí que era probable que se tratara de una reacción nerviosa, como cuando el médico golpeaba en un sector determinado de la rodilla y hacía que la pierna se moviera ( práctica que ya está en desuso, sólo la vemos en películas).

  No tenía nada de malo esta reacción, al contrario, para alguien que había adoptado la postura de investigador-docente, me resultó muy interesante. Pero si pude comprender qué estaba pasando, o por lo menos, comenzar a esbozar una idea, fue porque tenía conocimiento de esa teoría, de lo contrario, hubiera terminado pensando, tal vez, que me había equivocado en la elección de la obra, que los niños de tres años no pueden escuchar carnavalitos, y vaya a saber cuántas otras posibilidades más.

  Pero tampoco dejé pasar la situación como si no hubiera ocurrido. Así como reaccionó ese niño aquel día podrían reaccionar otros. ¿Y qué pasaría si la respuesta neurológica fuera otra en otro de los niños? ¿Podría reconocerla?
 
  Pero antes de poder responderme  estos interrogantes, recordé una situación que me había ocurrido años antes en la misma Escuela, pero, obviamente con otro grupo de tres años. Había decidido llevarles algunas maracas para explorar las diferentes posibilidades sonoras y para que, al final de la clase se divirtieran un poco con ellas, ya que eran de “cotillón”. Lo que sucedió fue tremendamente opuesto a lo esperado. En cuanto se densificó el sonido con tres maracas que yo había repartido a dos niños y una para mi, sus caras comenzaron a distorsionarse y una niña comenzó a expresar deseos de llorar. Rápidamente les retiré los materiales, para que no se siguieran angustiando. En ese entonces no tenía idea de lo que había sucedido, ya que no tenía ninguna teoría desde dónde “leerlo”. Una vez conocidos los textos de Swanwick, me dí cuenta de que era posible que se hubiera tratado de otra respuesta neurológica.

  Más adelante conocería la teoría de Maturana y también podría hacer entrar dentro de ésta, lo ocurrido en los dos episodios narrados. Dos manifestaciones físicas que, en realidad, estaban expresando emociones. En el caso del niño corriendo podía ser ansiedad y estar bastante más cercana a un comportamiento neurológico, pero, en el caso de la niña, era mucho más probable que se tratara  de angustia momentánea.

  En conclusión, según Swanwick, el “Modo sensorial” termina a los tres años de edad aproximadamente, por lo que esta niña ya no parecería estar manifestándose desde allí. Si bien este autor no hace referencia al aspecto emocional como el generador de todas nuestras acciones y razonamientos como hace Maturana, hay puntos donde estas teorías se rozan.

  Ya no me resulta difícil anticiparme a las posibles reacciones de los niños ante los sonidos y la música que les acerco. Basta recordar que, a veces, no es una cuestión sólo de la selección del material musical sino de cómo serán presentados los mismos y la actividad en sí y de cómo se sienten ese día antes de empezar la clase.

  Otra manera de trabajar la sensibilidad a los estímulos sonoros desde la teoría de Maturana, es por ejemplo, comentar entre todos qué está pasando si uno de sus compañeros se está tapando los oídos mientras escuchamos música.
Dice Swanwick:

  “El modo acústico, en cambio, hace referencia a la interacción del sonido con el tamaño y perfil de los edificios donde se interpreta la música. Puede afectarnos tanto el “grado de resonancia que se dé al sonido como su significación sintáctica[7]”.” [8]

  En esta cita se recuerda la gran importancia de la relación música- espacio. Así como no es lo mismo realizar un concierto en una catedral que en un teatro; así como no es lo mismo que el teatro esté lleno o   la sala esté casi vacía; así como no es lo mismo interpretar música al aire libre que en un lugar cubierto; así como no es lo mismo que ese lugar cubierto esté preparado acústicamente o nó[9] . Consecuentemente,las reacciones del oyente no serán las mismas al fenómeno que esté escuchando. La resonancia en una catedral es muchísimo mayor que en un teatro. Es por ello que, obras que fueron compuestas para ser interpretadas en determinado lugar pierden una de sus cualidades principales, sino la principal, que es la resonancia, al ser interpretadas en otro ámbito para el cual no fueron pensadas. El impacto sonoro de una obra o simplemente de un sonido, dependerá también del lugar en el que se lo interprete. Esto deberá ser tenido en cuenta también al momento de seleccionar las obras, sonidos, instrumentos y materiales que se utilizarán en el aula. Yo he tenido que trabajar en salas con mucha reberberación y lo que ocurre ene stos ambientes es que llega un punto en el que son tantos los sonidos que quedan resonando que ya no se puede escuchar. Esto me recuerda a un capítulo de la serie El super agente 86 donde el cono del silencio funcionaba mal y las palabras que decían empezaron aser eescritas en la pantalla, es decir que una vez emitidas quedaban sonando unas por encima de otras. Creo que s el ejemplo gráfico de reberveración jamás superado.

  La ubicación dentro de la obra de los parámetros del discurso musical también es comentada en la cita anterios, al mencionar la significación de un sonido dentro de la misma, además de su resonancia en el espacio. Este aspecto debe tenerse en cuenta  ya que, si logré crear  un clima de tranquilidad y suavidad en esa clase con una obra de tempo lento y sonoridad sueve, un “forte súbito”,  podría provocar un impacto no deseado en el grupo, como, por ejemplo, su dispersión.

Pero¿Cómo se pasa de las reacciones puramente nerviosas a las acciones corporales?
 Creo que la respuesta es breve, las acciones físicas son aprendizajes que poco a poco va ralizando el individuo, que se inician cuando el bebé comienza a coordinar su mirada con la rotación de su cabeza[10], por ejemplo, y  se continúan en las acciones de coordinaciones concensuales[11], es decir, aquellas que todos ya reconocemos y realizamos de manera similar dentro de una misma cultura. Las mismas nos son enseñadas por el adulto o el entorno en general y luego esos aprendizajes son olvidados, inmediatizados dialécticamente. Todos sabemos que sacudir la mano hacia los lados es señal de saludo para despedirse, en la mayoría de las culturas occidentales, pero no creo que nos sea fácil recordar cuál fue el día en que aprendimos el significado de ese gesto ni quién nos lo enseñó o dónde estábamos.

 Poco a poco los niños van ingresando a la cultura y aprendiendo a expresarse físicamente[12] y verbalmente. Sus emociones ahora tienen cada vez más canales de manifestación. Para Swanwick el aspecto emocional, se comenzará a manifestar recién en  los  “Modos de expresión personal” (desde los cuatro hasta los seis años aproximadamente), “Modo vernáculo” (desde los 5 hasta los siete u ocho años, aproximadamente), “Modo especulativo” (entre nueve y once años de edad), “Modo idiomático” (entre los trece y catorce años de edad) y “Modo simbólico”, que, según el autor es en el cual se puede hallar una mayor conciencia del poder afectivo de la música (la edad aproximada para este último modo es alrededor de  los quince años). Esta sería una amplificación del modo anterior, en donde los individuos tratan de reproducir la música de modelos admirados. El “Modo sistemático” es el que claramente representará al intelecto en acción[13]. Según el autor, sólo unos pocos individuos llegarán a él (da como ejemplo a Schoënberg), así que sería un paso posterior en la aceptación de las sistemas musicales conocidos . Por lo que puedo notar, este sería un paso posterior en el juego reglado de Piaget. Delalande, si bien menciona una aceptación y manipulación de reglas y procedimientos de un código musical determinado, no menciona la posibilidad de invención de uno nuevo a partir de éstos.

 Pero volviendo al punto que me interesa rescatar, todos estos modos de trabajo con la música en niños desde tres hasta quince años en adelante, no pueden ser realizados si los individuos en cuestión no tienen qué expresar en sus producciones. Aquí considero la teoría de Maturana como subyacente en cada uno de estos casos.
 Considero que las respuestas y reacciones que podemos llegar a tener tienen mucho que ver con el grado de competencia musical que hayamos logrado. Por ejemplo, cuando un adulto lego en materia musical, se maneja a través de la música por lo que ésta le provoca corporalmente, como  cuando todos baten palmas “al compás de la música” (marcando el pulso, en realidad), o mientras escuchan música en la parada de un colectivo y mueven un pié o la cadera., se encuentran expresándose a través del aspecto más primario de recepción de la música. Esto significa que las teorias tanto de Maturana, Swanwick etcétera, son aplicables a estudiantes de música, ya que los legos en materia musical no suelen avanzar de los aspectos emocionales o corporales.


 - Para Willems el aspecto psicológico prima por sobre la perfección del aprendizaje de la música :

… “aparece una educación musical con un doble valor: como actividad en sí misma y como preparación para la vida.”[14]

  Al considerar que la educación musical debe estar dirigida por las corrientes psicológicas, decide adoptar la que considera más apta “la psicología musical analógica”. Ordena así los elementos musicales en una jerarquía : ritmo[15], melodía y armonía. Establece relaciones análogas con hechos cotidianos y números.

  Se trata de la asociación de aspectos que hacen a la naturaleza humana a algunos de los parámetros del discurso musical que él considera germinales[16].

  En su método, entonces, podemos encontrar que hace referencia a una primera etapa  física relacionada al aspecto rítmico de la música. Menciona luego una etapa afectiva, posterior a la anterior, relacionada al componente melódico de la música. La última, es la intelectual, relacionada a la armonía.


  No sólo puede dársele a esta teoría una interpretación desde lo musical, sino también desde los aspectos humanos, ya que es él quien los relacionó.
  
  Por ende, a medida que el individuo es introducido en un sistema musical, va recepcionando la música desde niveles más complejos.
Lo que plantea Willems es que el ritmo está más ligado al aspecto corporal; la melodía al aspecto emocional y , la armonía, al racional.
En el caso de las etapas o capas de percepción que plantea Willems, se puede decir que  el segundo aspecto – el afectivo-, “suprime, supera y conserva”[17] al primero. Con esto quiero decir que, el polo físico permanece dentro de él y se sigue aplicando en el trabajo musical, pero como una instancia superada por aquél. Lo mismo ocurre entre el tercer y el segundo polos: el segundo quedará contenido, suprimido y superado dentro del tercero.  Es por ello que considera primitivo el aspecto físico y, a medida que avanzamos en nuestra cultivación personal, los subsiguientes son, a su parecer, aspectos más evolucionados de la conducta humana. Incluso habla de primitivismo y compara a los niños – es decir, individuos que todavía no conocen la lectoescritura-, con “salvajes”[18]. Es por estas razones que este autor fue algo criticado. Yo intenté comprenderlo desde otro lugar y nó desde una postura “segregacionista”, ya que Piaget, hace un razonamiento similar, al estudiar a los infantes para poder hacer deducciones acerca de cómo el hombre pudo haber comenzado a desarrollar su inteligencia antes de que existieran los documentos escritos.

  La conclusión a la que llega Willems es que,  la vida física es necesaria para que sea posible la vida afectiva y que, la vida mental, recoge  tanto los estados de ánimo como los físicos.

  Depende cómo se interprete la  visión de este pedagogo musical, podría emparentarse con la de Maturana. Si consideramos que al hablar de vida física se refiere a la existencia de un cuerpo, considero que debe figurar en primer lugar. Pero la mente es parte de ese cuerpo, por lo que se estaría contradiciendo al colocarla luego de la vida afectiva del ser humano. Tal vez intentó separar “conocimientos adquiridos” en el concepto de  “mente”. De este modo podría enmarcarse dentro de la teoría de Maturana.

Por último,tenemos también los comentarios de François Delalande, investigador y discípulo de Pierre Schaeffer, al respecto de la recepción de la música:

“…la música que se les hace escuchar los incita muy espontáneamente al movimiento.[19]

  Claramente está haciendo alusión al aspecto físico, como respuesta primaria al estímulo musical.

  Dicha cita queda reforzada con esta otra:

   “…el movimiento del cuerpo es una forma de recepción musical.”[20]

  En nivel inicial se sugiere que una de las mejores formas de que los niños “in-corporen” conocimientos es si los vivencian corporalmente.

  Ya me referí a los aspectos que intervenían en una clase, deducidos de las etapas de juego piagetianas que Delalande encuentra en la música. En ellos lo emocional parece aparecer recién cuando al hacer música el individuo ya ha logrado dominar su instrumento y su propia gestualidad para interpretarlo. Pero esto no quiere decir que, mientras se ejercitaba en esa etapa su afectividad no estuviera totalmente comprometida. Delalande dice:

… “Es cierto que el ejercicio de su motricidad  da placer al nño;pero a menudo falla, se exaspera,llora.”[21]

  Este comentario es una respuesta a la pregunta del interlocutor del autor donde le sugiere que comparar los juegos de un niño con los que un pianista debe realizar para dominar su arte, se prestan a dudas, ya que hay un supuesto general del instrumentista que sufre atormentado día a día por ser célebre alguna vez. Esta era la concepción romántica del genio, a lo que Delalande responde:

¡Las escalas que suben solas, a veces, son una fuente profunda de goce![22]

  Es decir que el aspecto emocional sí está en juego desde el inicio. También entonces la teoría de Maturana subyace en esta.


  En un cuadro podremos ver las diferencias y similitudes entre unos pensadores y otros, al referirse a estos tres aspectos que hacen al ser humano en sí:


Bibliografía


Delalande,François,”La música es un juego de niños”, editorial Ricordi, Bs.As., Argentina,1995

“Diseño de Currícula Curricular para la Educación Inicial”, Secretaría de Educación, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Dirección, 2000

Maturana,Humberto, “Emociones y lenguaje en Educación y Política”, Editorial Hachette, Santiago de Chile, Chile, 1990

Rodriguez Morales, Sandra María, “Corrientes pedagógico-musicales del siglo XX. Análisis y proyección de las mismas en la educación musical escolar”,

Schaeffer,Pierre, “Tratado de los objetos musicales”, versión reducida al español, Editorial  Alianza, Madrid, España, 1998

Serulnikov, Adriana y Suarez, Rorigo, “Piaget para principiantes”, Editorial Era Naciente, Bs.As., Argentina,1999

Swanwick,Keith, “Música, pensamiento y educación”, traducción Manuel Alasagasti, Editorial Morata S.A., Madrid, España, 1991

Willems,Edgar, “La preparación musical de los niños pequeños”, Editorial Editorial Eudeba,4ta edición,Bs.As.,Argentina,1976




















[1] Maturana,Humberto, 1990,p. 14.
[2] En este punto podemos entrelazar las investigaciones de Jean Piaget con las de Humberto Maturana. Ambos consideran que es el lenguaje el que permite al hombre seguir evolucionando.
[3] Maturana,Humberto, 1990,p. 17.
[4] Ver Swanwick,Keith, 1991.

[5] Swanwick,Keith,  1991, p 72.
[6] Ver Schaeffer,Pierre, “Tratado de los objetos musicales”, versión reducida al español, Editorial  Alianza, Madrid, España, 1998.
[7] El significado que le damos al discurso musical, dependerá siempre de la relación y el lugar que ocupen dentro de la obra ese fragmento o sonido, qué se escuchó antes y qué se escuchará después. La música es “retroactivo, retrospectivo, recursivo”(Comunicación personal con el Licenciado y Compositor Claudio Eiriz) en lo que a su semántica se refiere.
[8] Swanwick,Keith, 1991, p 72.
[9] Salas que no son tales, sino que anteriormente eran pasillos y, colocando unos paneles se armó un nuevo “espacio de trabajo”, los actuales “zoom” donde la reververancia es ensordecedora si se permanece mas de media hora con el grupo de alumnos.
[10] Serulnikov, Adriana y Suarez, Rorigo, 1999,p 133 (estadio sensorio motriz, de la organización de las percepciones costumbres). 
[11] Maturana,Humberto,1990,p 18.
[12] Es lo que intentó realizar Jacques Dalcroze con su método al observar ejemplos  la  mala coordinación que tenían algunos de  sus alumnos si se les pedía que se movieran al compás de determinada música. También observó respuestas neurológicas, involuntarias de ciertas partes del cuerpo (cabeza,pies,manos). ( Ver www.ritmica.blogspot.com/ , de la Asociación J. Dalcroze en Argentina) Este punto  se pueden relacionar con las investigaciones de Swanwick.
[13] Para obtener una información más detallada de este tema ver Swanwick,Keith, “Música, pensamiento y educación”, traducción Manuel Alasagasti, Editorial Morata S.A., Madrid, España, 1991.
[14] Rodriguez Morales, Sandra María, “Corrientes pedagógico-musicales del siglo XX. Análisis y proyección de las mismas en la educación musical escolar”,
[15] No confundir valores rítmicos, que es a lo que se refiere Willems con percusión.
[16] Su concepción de la música es muy occidental y algo obsoleta. En oriente no se pueden separar ritmo de timbre, por dar un ejemplo. Lo mismo ocurre con la melodía, es algo más que la suma de sonidos tónicos y valores rítmicos. Y, por supuesto, la armonía lleva dentro de sí sistemas muy diferentes de organización dependiendo de épocas y culturas, además de estar conformada por otros elementos como la orquestación. Un acorde realizado por una masa coral no es el mismo objeto sonoro que el mismo acorde realizado por tres violines y una flauta o un fagot y dos timbales, etc.
[17] Se trata de la dialéctica hegeliana. Puede encontrarse en alguno de los libros de Juan Samara. Recomiendo “El lado obscuro de la razón”, JVE editores (colección episteme), Bs. As., Argentina, 1998, por ser el más accesible de los trabajos de su autoría, terminológicamente hablando.

[18] Ver Willems,Edgar, 1976.
[19] Delalande,François,1995,pag 39.
[20]Delalande,François,1995,pag 180.
[21] Delalande,François,1995,pag 18.
[22] Ibid.

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